Emailgelio 357 del 18 noviembre 2018 – Domingo 33 del tiempo ordinario (B)

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Derrotismo o esperanza

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “En aquellos días después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo.

Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre. (Mc 13, 24-32)

Jesús parece presentar dos realidades enfrentadas: por una parte un futuro inquietante de destrucción y, por otra, el brote de una primavera con el Señor a la puerta. Derrotismo o esperanza

Desde una perspectiva totalmente ajena a la fe, se percibe una  realidad dual contrapuesta y absurda. El reportero gráfico Guillermo Cervera afirma que “todo en esta vida es absurdo”. Para ilustrar esa afirmación, da un dato de su propia actividad profesional: “En un lado del mundo estás cubriendo desfiles de moda mientras sabes que en el otro están bombardeando una ciudad entera”. Cervera ha podido fotografiar a una Paris Hilton convertida en DJ en Ibiza y la muerte de un amigo y compañero en pleno combate en Libia.

A los creyentes, sin cerrar los ojos a tantas contradicciones de nuestro interior y exterior, la esperanza nos lleva a pensar que “a pesar de todas las resistencias y fracasos que se produzcan, Dios hará realidad esa utopía tan vieja como el corazón humano: la desaparición del mal, de la injusticia y de la muerte” (José Antonio Pagola).

El florecimiento de la primavera no se produce por arte de magia; es indispensable nuestra contribución. Benedicto XVI hablaba en junio de 2009 de la necesidad y el deber de “proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo”. Es lo que él llamaba “ecología del hombre” bien entendida.

Además, no es sinónimo de mayor humanidad todo lo que se nos vende como progreso, aunque incluso científicamente lo sea. Al acabar la Primera Guerra Mundial, el escritor y filósofo francés Paul Valéry (1871-1945) escribió: “Ha hecho falta, sin duda, mucha ciencia para matar a tantos hombres”. Y es que, como afirmaba la Congregación para la Doctrina de la Fe en febrero de 1987, “la ciencia sin conciencia no conduce sino a la ruina del hombre”. Le falta lo principal: la estima del ser humano y su dignidad.

A finales del año 2015, los medios de comunicación daban cuenta de la muerte a los 36 años, a causa de un cáncer terminal, de la estadounidense Heather MacManamy. Antes de morir encargó a su marido que hiciese llegar principalmente a su hija pequeña una misiva llena de esperanza. Decía entre otras cosas: “No digo que perdí la batalla contra el cáncer, dado que el cáncer puede que se haya llevado casi todo de mí, pero jamás se llevó el amor, la esperanza o la alegría que tenía”. Ese es el motor de la victoria contra el mal: amor, esperanza y alegría.

Ignacio Otaño SM