Final de agosto, vuelta a Zaragoza, fin del verano.
Bueno, no para nosotros. Llegamos a Cincinnati el 4 de septiembre y ese día, empezó para nosotros una de las aventuras más emocionantes de nuestra vida.
El viaje no fue corto, pero todos íbamos con mucha ilusión y ganas de pasarlo bien. Finalmente, llegamos al aeropuerto de Cincinnati y allí estaban esperándonos esas personas de las que nos habíamos despedido hacía siete meses. Pancartas, globos, sombreros, abrazos… ¡Cómo se notaba que habíamos llegado a Estados Unidos!
Los primeros días, nos sirvieron para ponernos al día con nuestros americanos y americanas. Conocimos a sus familias, amigos, colegios, barrios…Muchos nombres y cosas nuevas en poco tiempo. Pronto, vinieron las primeras sorpresas y experiencias, como: el primer partido de fútbol, en el que acabamos chipiados, o la primera vez que nos montamos en el coche con nuestros americanos al volante. Ambas fueron chocantes al principio, pero ni la lluvia, ni el temor por nuestra vida, nos impidieron animar con fuerza a los chicos del Moeller y cantar a pleno pulmón con la radio.
Los chicos por un lado y las chicas por otro, hemos llegado a vivir los “día a día” de nuestros americanos en el instituto y gracias a eso, conocido un poco más de su cultura. Un par de veces por semana, todos los del intercambio, incluyendo a americanos y españoles, organizábamos quedadas para ponernos al día de todo lo que habíamos hecho y echarnos unas risas, porque sí, eran aseguradas.
Con nuestros “hermanos y hermanas” americanos, a base de recordar anécdotas de España y vivir muchísimas más durante estas 5 semanas, hemos ido fortaleciendo nuestra relación y creado un vínculo muy especial.
Pero sin duda, lo que más nos ha marcado del viaje ha sido la gente a la que hemos conocido, y todas las experiencias que hemos vivido a su lado. Es verdad, que el shock cultural fue fuerte al principio, pero pasadas las primeras semanas, nos sumergimos en la nueva cultura, viviendo como nuestro hermano o hermana estadounidense y haciendo amistades que esperemos que duren el resto de nuestra vida. Es a todas esas personas que han hecho este viaje tan inolvidable a las que tenemos que dar gracias; gracias por su paciencia, sus ganas de pasarlo bien y su ilusión de recibirnos con los brazos abiertos. Con lágrimas en los ojos nos despedimos de ellos, pero con la esperanza de que no pasará mucho tiempo antes de volver a vernos.
Belén Perdiguer Toralba