Vivimos un momento único para aprender y enseñar. Esta vez la situación es nueva para todos: maestros, alumnos, familias, autoridades, pero nosotros como educadores, tenemos el deber moral de convertir aquello que vivimos en fuente de aprendizaje acompañando a nuestros alumnos, leyendo juntos los signos de los tiempos como hacía Guillermo José Chaminade. En este sentido hacemos nuestras las palabras de Javier Cortés Director del colegio Marianista de Donosti SUMMA Aldapeta a cuenta de esta crisis:
“Como centro educativo que somos debemos aprovechar la circunstancia para acompañar a nuestros alumnos en una visión más comprometida de la vida. Educar es mucho más que explicar objetivamente los acontecimientos (qué es el coronavirus y cómo se contagia). Supone aprovechar las circunstancias de la vida para dar sentido a la misma”.
“Estamos ante una manifestación clara de nuestra propia fragilidad no solo personal, la posibilidad de ser contagiado, sino estructural, el sistema económico y social del bienestar. A menudo vivimos en la inconsciencia de una pretendida seguridad y soñamos con un quimérico poder de controlarlo todo como si realmente fuéramos los señores absolutos de nuestro devenir. Además, esta misma fragilidad nos hace caer en la cuenta de la igualdad básica de todos los seres humanos. Lo que nos une es mucho más que lo que nos separa por muchas fronteras que queremos establecer. Somos nosotros los que establecemos las diferencias y las barreras, no la naturaleza humana. Todos estamos viviendo en una casa común y es responsabilidad de todos su cuidado y protección empezando por el cuidado de los más débiles, en este caso las personas más vulnerables por su edad o por sus debilidades físicas. Su bien depende de nuestro propio comportamiento. No somos seres aislados. Por el mero hecho de habitar este planeta los destinos de todos los hombres y mujeres que lo habitamos están entrelazados. No cabe desentenderse del destino del otro en especial del más débil. Mi sencillo gesto de higiene, por muy pequeño que parezca, es el servicio que yo puedo hacer al bien común. Ojalá este lamentable fenómeno despierte en todos nosotros nuestra vocación de ciudadanía universal y nos anime a considerarnos miembros unos de otros. O, con expresión feliz y recientemente acuñada, nos abramos a una “cuidadanía” universal: un modo de vivir basado en el cuidado de todo lo que somos y nos rodea alejados de toda vivencia materialista y utilitarista de nuestro mundo.”