El curso termina también para el claustro de profesores y el personal del centro. Es momento de evaluar nuestra labor, de ser autocríticos y analizar aspectos a mejorar, de examinarnos a nosotros mismos… Pero también de felicitarnos por el trabajo bien hecho, de sentirnos orgullosos por el éxito de nuestros alumnos y de cargar pilas para que el curso que viene sea, por lo menos, tan bueno como el que acaba de terminar…
Todo tiene y ha tenido su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo durante este curso. Su tiempo el empezar y su tiempo el estrenar, su tiempo el acoger, el abrazarse e ilusionarse. Tiempo para el reencuentro y la mirada expectante.
Tiempo para cerrar un camino o para estrenar otro, tiempo para empezar a compartir, a servir, a ser generoso.
Tiempo para enseñar, para asombrarse, para los amigos y para la familia. Tiempo para mirar bonito y
Tiempo para ella, para ofrecer y ofrecerse,
tiempo para escribir, para leer y para danzar, para jugar y descubrir
Tiempo para plantar y para recoger frutos, para entregarse,
tiempo para celebrar dar pasos en una fe que crece y se comparte.
Tiempo para reir, para crear, para cantar, para escuchar, para mancharse y recordar,
tiempo para despedirse y agradecer. Tiempo para la paz.
Tiempo para disfrazarse y… tiempo para alumbrar.
Tiempo para arrepentirse, para empatizar, para jugar, para la música y para el baile, para dibujar y caminar, para viajar y admirar, para disfrutar solo y en compañía.
Tiempo para resucitar, para ser, para estar, para sorprender y sorprenderse,
Tiempo que pasa rápido, pero hay tiempo para todo, Para despedirnos, para ganar y para perder, para hacer equipo y para arriesgar, para la complicidad, para la gratitud, tiempo para el cuerpo, para la mente y el corazón, un corazón lleno de nombres y de rostros, los suyos y los vuestros.
Asun Utande – Dirección General